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domingo, 7 de julio de 2013

Una excusa.

Un banco, una verja, un portal, una queja, un cardenal por excesos, de los buenos, de esos de besos, los rizos que se escapan del pelo húmedo todavía, que me reta a que lo dome, mientras me mimas y me miras y hago como que no, porque prefiero no mirarte los ojos a destiempo y que de las 9 se me hagan las 12, porque me pierdo en ellos, ya lo sabes.
La columna que nos tapa y la ventana que deja pasar la corriente de aire, a ver si se nos enfrían los cuerpos.
La riña que me haces empezar  y unas baldosas que lo arreglan, aunque perdiste y lo sabes, solo que si no te dejo ser un niño a veces, creo que no podría ser feliz.
También me acuerdo de esa noche, a las 3, esperándote, de la butaca del cine y como pago a las palabras, besos que no se valían.
Me acuerdo de una canción, unas sillas altas, la cerveza y mis pocas ganas.

De irme, o de dejarte, hay veces que el día me suena de mentira y no quiero que te vayas, 
por si luego la rutina quiere implantarse de por medio.

De las series y tu espalda, mal sentada, como siempre. Me acurruco o te acurrucas, qué más da, 
siempre uno termina siendo la presa del otro, la diferencia es que nosotros hacemos cárceles de cristal, y las dejamos siempre abiertas, para el libre ir y venir del otro.
Helado y robos, y risas y besos y Lampa, de por medio, como tú, siempre que intento concentrarme y no puedo.
 Tus camisas y su cuello, que roza el tuyo y me tienta más de lo normal, ya sabes mi debilidad, o debilidades, siempre procuras hacerme notar que sabes (y muy bien) cuales son.
  Los momentos, cuando por fin confías y hablas, cuando me das la dirección de tu corazón para que me pase a visitarlo con el maletín de enfermera y me pagas con la llave del edén, en el que me haces estar 28 horas al día.

Comparar, bueno, eso lo hago con frecuencia, pero no consigo poner-te nada a la altura.
Imaginar, siempre es fácil, si como por protagonista ya tienes un sueño.
Desear, bueno, me tendré que callar, ya sabes lo que pasa cuando hablamos de este tema, siempre quiero llegar a la práctica.
 Reír,a veces no puedo llegar a eso, porque cuando empiezo a sonreír por algo, me produces otra nueva razón para ello y la otra se carcajada se guarda, para que cuando no estás, no me quede sin motivos para reír.


Ves que el texto no tiene orden ninguno, pero es como mis sentimientos, que explotan y arden, se congelan y renacen, salen volando y vuelven a nado entre mis venas aceleradas por el ritmo que se pega de tu corazón al mio. Supongo que debo de pedir disculpas por si no entiendes lo que dice, pero es lo que me pasa a mí cuando estoy o pienso en ti, que no entiendo el remolino que se me crea que el estómago y que termina saliendo por mi boca en olas con forma de sonrisas y en el rompeolas de mis dientes, hacen el sonido de carcajadas, del puerto de la dicha.





 


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Un millón de veces, que habrá cosas que me calle, comentarios y contradicciones a tus palabras que te hieran, por simplemente días malos y horas tontas, pero me las callo, me las callo porque herirte a ti, es abrir una brecha interestelar en mi pecho, y no me refiero a  la sensación vanagloriosa de cuando me besas o simplemente me haces reír haciendo que mi corazón no sepa si pararse o seguir latiendo, dando de vez en cuando saltos en el tiempo, adelantándome que te voy a querer hasta que decida pararse en serio.
Si el tiempo es lo único que tenemos para estar juntos, el mayor error que podemos cometer, es desperdiciarlo.
Con caras largas.




Tu reflejo en mis ojos

Paulo Coelho.